Ella, sentada al final de unas escaleras interminables sujeta una lata entre sus manos. Intenta no llorar, pero una lágrima le resbala por la mejilla mientras tira de la chapita de su lata. La mueve de un lado y a otro, susurrando una letra cada vez que cambia de dirección. F..G..H..I..J y clack, la chapita se suelta de la lata. Se rie para si misma a la vez que se seca los ojos, dejando una mancha de máscara de pestañas en sus dedos. ‘Mira que hay letras...’ piensa ‘..pues esa tenia que salir’. Y por un momento se siente estúpida y vuelve a creer que es una niña jugando con una margarita, arrancándole los pétalos uno a uno para que adivinase si aquel niño la queria. A ella le gustaba saber como acababan las cosas, siempre que leia un cuento, empezaba por el final. Le gustaba saberlo todo y cuanto antes fuera, mejor. Pero ahora, ya poco quedaba de esa niña. Ya no jugaba con margaritas ni leia cuentos. Y también dejaron de gustarle las piruletas de fresa y dejo de creer en el destino, ya no soñaba con un final como el de sus cuentos. Podemos decir que esa niña creció, convirtiéndose en lo que ahora es, una mujer que no cree en los finales felices porque no sabe ni como va a conseguir llegar al final del día.
me encanta
ResponderEliminarComo siempre, estupendo :)
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