mr.snake

Fue encontrado en nuestra mágica habitación de la ciudad eterna, junto a un par de rosas secas, un viejo diario que contaba la siguiente historia: "Una inocente doncella, enamorada del príncipe al que servía, harta de satisfacer todos sus deseos y necesidades, tomó la difícil decisión de no volver a arrastrarse por ningún otro príncipe que no se ganara su amor, sus sonrisas y sus palabras bonitas."

viernes, 1 de abril de 2011

Dieciocho.

El dieciocho es un número compuesto, que tiene los siguientes factores propios: el uno, el dos, el tres, el seis y el nueve.
En hebreo la palabra vida se compone de dos caracteres que tienen un valor numerico, el ocho y el diez, cuya suma es dieciocho.
Incluso en posiciones de extrema derecha se emplea para referirse a Adolf Hitler, lo que se debe a la posicion numérica en el abecedario de sus iniciales. La A corresponde con el número uno y la H con el ocho. Dieciocho.
Pero para nosotros el número dieciocho tiene muchisimas más connotaciones. Por ejemplo, es la edad a la que normalmente se finaliza el colegio, la edad de hacer las pruebas de acceso a la Universidad, la edad de sacarse el carnet de conducir y la edad de infinidad de cosas más.
Pero para mí simboliza un cambio importante, ya no a nivel físico sino más bien moral. El día de tus diecisiete años y trescientos sesenta y cuatro días, probablemente, te sientas igual que el primer día de tu mayoría de edad. Medirás lo misma, probablemente pesarás lo mismo, tendrás el pelo tan largo como siempre y las mismas puntas abiertas o alomejor alguna más, pero esto no representa el cambio. Es el cambio del colegio a la Universidad. El cambio de un mundo que conoces como la plama de tu mano, a otro enorme en el que tienes que aprender a encontrar tu hueco. El cambio es la entrada en la edad adulta y el dejar atrás la infancia. También es cierto que es un cambio progresivo, que seguro que no se da en una noche ni en dos, pero se producirá, aunque para unos antes que para otros. Es un cambio que representa la madurez, la capacidad de planificar nuestro futuro, de marcar unos objetivos e irlos cumpliendo. Parece que todo esto viene derrepente y que se espera de nosotros que, de la noche a la mañana, tengamos todo claro y sepamos elegir lo mejor para nosotros, pero dejarme contaros un secreto, yo con mis dieciocho recién cumplidos sigo tan perdida, o un poquito más, que ayer con los diecisiete años y trescientos sesenta y cuatro días.

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