Sube las escaleras rápidamente con la oscura capucha puesta. ¿Para qué esperar el ascensor? Entra en casa y va directo al baño, enciende la luz con miedo a lo que pueda encontrar. Poco a poco va subiendo la mirada hasta ver su rostro completo en el espejo. Tiene el labio partido y no para de sangrarle, se echa agua y se tira en su cama, se pone la capucha y empieza a recordar. Comienza a ver vagas imágenes en su mente, la ve a ella, con aquella sonrisa de caramelo que había sido capaz de enamorarle. Siente un escalofrió. Ella no iba sola. Se da la vuelta en la cama y nota como le caen pequeñas lágrimas. Es uno de esos momentos en los que te sientes incapaz de aguantar las miradas curiosas del mundo. Entre pensamientos, y recuerdos de épocas mejores cae rendido. A la mañana siguiente, no es capaz de salir de aquellas cuatro paredes y enfrentarse al mundo y menos a su madre que espera impaciente con el zumo de naranja y las tostadas recién hechas. Sale de la cama y coge su móvil, apagado, de encima de la mesa. Lo enciende, pone el código y no tarda mucho en comenzar a vibrar, un mensaje. EL mensaje, ¿Cuántas veces soñó con ver ese nombre de cinco letras parpadear en aquella vieja pantalla? El interés puede con él en los escasos segundos que tarda en abrirse y puede leer difícilmente estas palabras: Ya me has hecho mucho daño, desaparece por favor.
Tienes un regalito en mi blog. Espero que te guste. Un besito:)
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