mr.snake

Fue encontrado en nuestra mágica habitación de la ciudad eterna, junto a un par de rosas secas, un viejo diario que contaba la siguiente historia: "Una inocente doncella, enamorada del príncipe al que servía, harta de satisfacer todos sus deseos y necesidades, tomó la difícil decisión de no volver a arrastrarse por ningún otro príncipe que no se ganara su amor, sus sonrisas y sus palabras bonitas."

lunes, 3 de enero de 2011

Un día de vacaciones.

Es un día como otro cualquiera o eso cree cuando le despierta la voz de su madre por el pasillo. Se sienta en el borde de la cama y enciende la radio, la canción que suena la acaba de despertar. Se pone en pie, dirigiendose a la ventana y abre las cortinas, parece un típico día de vacaciones, un trinta de diciembre, nublado y frio. Se pone una sudadera encima del pijama, se recoge el pelo en una larga coleta y baja las escaleras dando saltos. Todos estaban ya en la cocina: unas tostadas por aquí, bizcocho por allí, mermelada de frambuesa, zumo de naranja o chocolate caliente. Ella saluda a sus padres con un beso en la mejilla, y aprovecha que su hermana se da la vuelta para coger la tostada que se acababa de preparar. Y así sale corriendo otra vez por las escaleras mientras la oye quejarse por perder su desayuno y unas risas de fondo. Una vez en su habitación muerde una esquina de la tostada y se dirige a la ducha.

Un poco más tarde ya está, lista y tan guapa como siempre. Lleva unos vaqueros ajustados, unas botas altas y su cazadora favorita. El pelo suelto, como siempre, le llega casi hasta la cintura y en la mano, lleva su bolso y una bufanda. Se despide de todos desde la puerta de casa y sale por el jardin, nota el frío y tira de la cremallera de la cazadora. Se sube en su coche nuevo y se dirige a la ciudad. Ella, alegre como siempre, tararea las canciones que suenan en la radio mientras va por la carretera. Pero derrepente lo ve en su enorme todoterreno. Se incorporaba a la carretera por el carril en el que ella iba. Ya no canta, casi se olvida hasta de seguir apretando el acelerador. No lo puede creer. Él ha vuelto, está justo detrás suyo. Lo puede ver bien a través del retrovisor, se había rapado el pelo, llevaba un jersey oscuro y las gafas de sol que ella le ayudó a elegir las Navidades pasadas. Y él sin darse cuenta de nada aprieta el acelerador y decide adelantar ese pequeño coche que le impide llegar a tiempo. Y la adelanta mientras se pasa la mano por el pelo, aunque está demasiado corto para que se note el efecto de sus dedos. Sigue acelerando aquel coche y dejándola atrás. Ella sigue sin dar crédito. Y es apartir de ese momento que se da cuenta que ya no será un día como otro cualquiera.

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